Perdonar no es
tarea fácil, no al menos para mí.
Decir “te perdono”
es algo a lo que estamos acostumbrados. Desde que nacemos, nos pasamos toda la
vida escuchando a nuestro alrededor “¿me perdonas? – “te perdono”…
Son palabras que no
portan sentimiento alguno, frases hechas, ya consolidadas y que forman parte de
nuestro lenguaje coloquial. Cuando alguien solicita tu perdón, es porque cree
que ha podido dañarte, decir o hacer algo que haya podido generarte un mal
estar o sufrimiento tal, por el que tú, solicitas de forma consciente una
explicación y un arrepentimiento de la otra persona. Dependiendo del grado,
según criterio personal de cada uno, del daño u ofensa a la que nos vemos
sometidos, así será la capacidad de perdonar o no.
Muchos, los que
dañan, creen que con decir “lo siento – me perdonas” todo ha de volver a su
cauce normal. Esperan, sin la menor duda, que serán perdonados. El tipo de
perdón que suelen recibir, está exento de la necesidad de rectificar sus actos
para no volver a repetirlos, al menos para ellos, más que nada, porque reciben
un perdón sin verdadera carga de amor, sinceridad o sentimiento, por parte de
la persona que concede “ese” perdón, ya que este, es fundamentalmente un
“perdón vacío”.
Perdonar no
significa aceptar la actitud o el comportamiento que los demás ejercen sobre
nosotros y que de algún modo hiere nuestros sentimientos. Nadie nos enseña que
el perdón es algo mucho más elaborado.
Tal y como se
conoce en nuestros días, el perdón, es la pieza clave en nuestras relaciones y
de él depende el seguir o no, manteniendo un amor, una amistad o una estrecha
relación con los sentimientos de quienes forman nuestro día a día.
Para mí el perdón,
es la manera de descargar nuestro interior del peso del pasado, herido por los
conflictos, la fatiga y el cansancio acumulados durante nuestro aprendizaje y
que sirve para conectar sinceramente, con el origen de nuestra verdadera
esencia espiritual.
El perdón, ha de
estar basado en el aprendizaje de que es en nuestro interior donde reside la capacidad
de desprendernos realmente de todo aquello que nos produce dolor emocional, de
todas las trabas e impedimentos que ponen freno a nuestro crecimiento
espiritual y en comprender que la sanación de nuestro “yo interior” forma parte
de toda nuestra esencia, aceptando que todo lo que hacemos, lo hacemos porque
así lo deseamos, no porque nos lo inculquen o nos lo hagan saber desde que
nacemos.
Perdonar…es sanar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario